viernes, 19 de noviembre de 2010

Sobre España y el español


 El pasado 18 de noviembre la diputada Rosa Díez le pidió al presidente del gobierno "que se comportara como un patriota". En ese momento recibió el abucheo de la bancada socialista. Este suceso, aparentemente banal, me ha animado a escribir sobre el uso del lenguaje, del que publicaré una serie de post. 


Comencemos.

No por estar (ideológicamente) enfrente de los nacionalistas tengo que restar méritos a su estrategia. Llevamos más de 30 años de democracia y en este tiempo sus planes han funcionado como un reloj, consiguiendo numerosos objetivos.

Me explico. Denominar al idioma en el que ahora escribo español, constituye en algunas regiones de nuestro país, poco menos, que una provocación. De eso se han ocupado los políticos y no los filólogos. La RAE, que no es otra cosa que la Real Academia Española, define a la lengua de Cervantes como español y al castellano como el dialecto que se habla en Castilla, por lo tanto un asturiano o un andaluz, no hablan castellano, sino español. También es cierto que en sus últimas ediciones la RAE ha tenido que "ceder" ante lo políticamente correcto y ha introducido una acepción en la que equipara español y castellano. 


En este problema, como en tantos otros, nos metieron nuestra querida Constitución de 1978, que en su Artículo 3 dice:

1. El castellano es la lengua española oficial del Estado. Todos los españoles tienen el deber de conocerla y el derecho a usarla. 

Castellano no, mis queridos amigos, español. El problema es que la que nos han vendido siempre como intachable transición a la democracia, tiene más agujeros que un queso de gruyere, pero debemos siempre referirnos a ella con admiración y casi reverencia. Para evitar altercados, el consenso y la moderación hizo que los "padres de la constitución" cedieran en un montón de cuestiones importantes. Lo mismo sucede con el vocablo nación.

Otra palabra que produce alergia a cualquier nacionalista es España. Si existiese un manual del buen nacionalista diría: "hay que evitar mencionarla y si se hace, siempre como último recurso, se dirá estado español" (parece que las minúsculas restan importancia al término).

El absurdo llega a la paranoia cuando se emplea el término nacional. No, no y no. Nacional era el bando de Franco (según el propio Franco, de eso ya hablaremos...) y por lo tanto cualquier "progre" que se precie jamás utilizará la palabra nacional. Sólo los nacionalistas la emplean, pero para referirse a su ámbito territorial y no al de todos los españoles. Pero por si esto fuera poco el más "progre" de todos, el que preside el consejo de ministros y guía su política por los golpes de efecto, es capaz de perder el tiempo en cambiar el nombre del Instituto Nacional de Meteorología por Agencia Estatal de Meteorología. Y todo eso mientras atravesamos la peor crisis económica de nuestra historia reciente. Un cambio de este tipo implica un desembolso económico significativo. Hay que cambiar la web, toda la cartelería, las tarjetas de visita, todo papel con el sello oficial del organismo, carnets del personal, sobres... ¿para qué? ¿Van a predecir el tiempo que hará de manera más eficaz con el nuevo nombre?

Supongo que ahora que estamos inmersos en plena campaña electoral en Cataluña y José Montilla está en un momento en el que reniega de todo lo que suena a nacionalista, soberanista o independentista propondrá cambiar el nombre del Museo Nacional de Cataluña. Me parece que me he pasado. Eso sería demasiado. Por lo tanto está claro que la misma palabra suena bien o mal en función de quien la pronuncie y dónde. Esto es muy fuerte. Pero señores, España es así o mejor dicho alguien la está haciendo así. En nuestra mano está cambiarlo. Empecemos por no resignarnos con el lenguaje que nos quieren imponer.

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