Ya está. Sólo queda votar. En las últimas semanas, los partidos de siempre han vaciado la campaña electoral de contenidos, de opciones, de debates (sólo dos debates y muy malos). Hemos vuelto a oír los mensajes de siempre “que viene la derecha” o “las políticas de izquierda sólo conducen a la ruina”. Ahora nos toca el turno a los ciudadanos. El próximo domingo nos toca elegir y este artículo está especialmente dirigido a aquellos ciudadanos resignados. A aquellos ciudadanos que piensan que todo está decidido. A aquellos que piensan que votar no sirve para nada. Pues bien, que quede claro que cada voto vale. Vale su peso en oro, aunque el oro no valga lo mismo en unas provincias u otras. Por eso, los políticos más que nunca echan mano de las calculadoras y miden hasta el último euro que gastan, mejor dicho, invierten, en la campaña para saber dónde se juegan los cuartos. Cada diputado, cada senador, cada voto, se traduce en euros para los partidos y eso será fundamental para sus arcas durante los próximos cuatro años.
Tenemos un sistema electoral de mierda. Debería pedir perdón por la expresión, pero realmente no encuentro una mejor. De mierda. No es de recibo que un diputado elegido en La Coruña necesite más de 130.000 votos para llegar a la Carrera de San Jerónimo y otro elegido en Soria menos de 30.000. Algo estamos haciendo mal y además sabemos lo que es. Hay que cambiar eso de entrada. Antes de acometer cualquier otra reforma. Esta claro que muchas más cosas han de cambiar, educación, sanidad, justicia, protección social, en definitiva las bases del estado del bienestar, que tantos beneficios ha dado a la sociedad en la que vivimos. Pero antes de nada hay que empezar a cambiar eso y si para ello hay que reformar la Constitución, pues adelante. Este verano hemos visto que para reformarla sólo hace falta voluntad y un par de semanas, a pesar de las mentiras que nos habían estado contando durante años sobre lo difícil que era esa reforma.
Pero estas son las cartas con las que nos ha tocado jugar. El que crea que esto se puede cambiar desde fuera está muy equivocado. Con asambleas en la calle no se cambia nada. Al menos en España. El Palacio de Invierno cayó hace demasiado tiempo y las cosas se pueden hacer de otra manera. Votando.
Evidentemente puede haber quien piense que así nos puede ir bien. Puede que haya personas que se crean que con un cambio de gobierno está todo arreglado. Pero en una situación extrema como la que vivimos hay que enfrentarse a los problemas de frente y no de perfil como hacen los políticos de los viejos partidos, que no están dispuestos a ceder un ápice de su poder. No están dispuestos a reducir la elefantiásica maquinaria del estado, plagada de cargos públicos, que viven muy bien haciendo poco para los ciudadanos. Es curioso que sobren políticos y falten diputados. Sobran senadores, para mi sobran todos los senadores. Sobran alcaldes, porque hay muchos municipios que se podrían fusionar, para mejorar en su gestión. Por lo tanto sobran concejales, de esos municipios pequeños y de aquellos grandes, como Madrid, donde hay un número exagerado. También sobran diputados en Asambleas Autonómicas, bajo mi punto de vista igual podíamos fusionar autonomías, algunas de las cuales superan por poco los 200.000 habitantes, pero con el localismo imperante eso sería demasiado pedir. Por ejemplo, en la Asamblea de Madrid hay 129 diputados y su número seguirá creciendo si no hacemos nada, ya que el Estatuto de la Comunidad de Madrid establece que el número de diputados dependerá de la población (argumento que para el conjunto de España parece no valer, ya que tenemos 350 diputados desde 1979).
Rosa Díez es habitualmente la líder política más valorada por los españoles |
Y si me dejan seguir recortando, diré que sobran empresas públicas. Sobran fundaciones, observatorios y demás entidades que se han acostumbrado a vivir de las subvenciones. Por no hablar de que sobran televisiones públicas.
Pero ya puestos, ahora diré lo que creo que falta. Faltan funcionarios (esto no quiere decir que también sobren algunos, todo depende cuales). Si aunque alguien piense que me he vuelto loco, lo volveré a decir, faltan funcionarios y medios para que esos funcionarios cumplan con su trabajo. Faltan maestros y colegios (y aunque de lo que sobra ya he hablado, como viene al caso diré que sobran universidades). Faltan profesores de secundaria, intitutos y escuelas de formación profesional. Faltan bomberos, parques y medios. Faltan médicos y enfermeros. Faltan hospitales y centros de salud y que los que hay tengan medios adecuados. Faltan policías y guardias civiles. Y faltan chalecos antibalas, coches y motos, dignos de tal nombre, porque algunos de los que hay en servicio no pasarían la ITV. Faltan inspectores de hacienda y funcionarios que les ayuden a combatir el fraude. Faltan jueces, fiscales y funcionarios de la administración de justicia, que “desatasquen” un problema que parece endémico. Faltan militares y medios para que puedan cumplir con las misiones que se les encomiendan, para defender los intereses de España.
Como tampoco quiero escribir un libro entero sobre lo que creo que falta en nuestro país, lo dejaré ahí... de momento.
Bueno pues para cambiar todo esto hay que votar. Y está claro que votando a los partidos de siempre nada de esto cambiará. Seguiremos en las mismas. Cualquier cambio implicará un cambio… para los demás. Nada de tocar los privilegios propios, como ya hemos visto en el Ayuntamiento de Madrid, cuando UPyD propuso que los concejales prescindiesen de sus coches oficiales. Ni IU, el partido más a la izquierda en el consistorio, ni por supuesto el PPSOE han querido renunciar a ellos y ahí siguen con sus coches, sus chóferes y sus escoltas.
Lo que espero de este 20 de noviembre es que las urnas se llenen de votos para UPyD y que a partir del día siguiente empecemos a abordar los temas que realmente hay que cambiar en España, para que la actual crisis no acabe con otro millón de puestos de trabajo.
P.D. ¿Dimitirá Rubalcaba la misma noche electoral o esperará al inminente Congreso del PSOE?
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