Me gustaría hablar de las elecciones que se acaban de celebrar en Cataluña en clave de ganadores y perdedores. Si escuchásemos a los líderes políticos de cada formación todos habrían ganado, pero la experiencia me ha enseñado que que tras unas elecciones siempre pasa lo mismo.
En primer lugar quisiera empezar por los perdedores. Los ciudadanos catalanes son los más perjudicados por estas elecciones. Estas han sido las terceras elecciones en cinco años y su resultado no garantiza precisamente una legislatura larga y estable. Desde su coste económico, el menor de los problemas, hasta la fractura que se ha producido en la sociedad, pasando por la inestabilidad económica, nada ha sido positivo en la convocatoria.
En el plano político muchos han sido los perdedores. El primero y más evidente Artur Mas. Al presidente en funciones nadie, salvo él mismo y sus secuaces, le han obligado a esta convocatoria. Su estrategia de fractura social dividiendo a los catalanes en aquellos que están a favor de la independencia y los que no, no ha tenido el resultado que él mismo esperaba. Partiendo de 71 escaños, la suma de CiU y ERC, Mas pretendía obtener de nuevo más de 68 diputados, la mayoría absoluta del parlamento, para iniciar el proceso de independencia, iniciar según él, porque muchos tenemos claro que este proceso se inició el mismo día en que CiU alcanzó el poder autonómico en 1980. Mas no ha conseguido su objetivo y además continúa en caída libre desde que “heredó” el liderazgo del molt honorable Jordi Pujol, delincuente confeso aunque aún no convicto.
Con este resultado los socios de Mas, ERC, también pierden al haber bajado en número de votos y escaños (siempre sumando los resultados de CiU y ERC para poder comparar). Pero para esta formación política que nunca ha ocultado, al contrario que CiU, sus intenciones secesionistas, este no es más que otro paso hacia “la victoria final”, por lo tanto es solo una derrota táctica.
CiU, la coalición que ha gobernado la mayor parte del tiempo desde 1980 ha saltado por los aires, por lo que es evidente, que también ha perdido. Y entre los perdedores, Unión Democrática de Cataluña se ha llevado el estacazo del siglo, nunca mejor dicho porque desde los tiempos de la II República no concurría en solitario en unos comicios. Unió siempre ha dicho representar “la tercera vía”, la de aquellos catalanistas moderados de derechas, democristianos que optaban por una mayor autonomía, pero siempre dentro de España. Su paupérrimo resultado deja claro que la mayoría de votantes de CiU han querido siempre la independencia de España, por encima de una afinidad ideológica y eso les ha hecho votar ahora a una lista encabezada por un excomunista nacido en Madrid, Raúl Romeva y dejar el control de lo que ellos llaman “el proceso” a la izquierda radical de ERC. Duran i Lleida tendrá que ir haciendo las maletas y despedirse de su amado hotel Palace de Madrid, porque su carrera política apunta a su fin… aunque capaz es de reconsiderar su posición a cambio de que le dejen una legislatura más en Madrid para poder seguir tomando el té de las 5 en la rotonda del famoso hotel.
PPSOE o sus franquicias catalanas siguen en franco retroceso. El efecto “Iceta lo peta” no ha servido al PSC para mantener el tipo y ha continuado bajando en votos y escaños. 522.000 votos y un 12,74% de los votos están a años luz de aquellos tiempos en los que Pascual Maragall logró ganar las elecciones a Pujol, al menos en votos, en 1999 con 1.183.299 votos lo que supuso un 38,21% de los sufragios. Pero mejor no recordemos tiempos pretéritos en los que el delincuente Jordi Pujol, que según sus propias declaraciones por entonces tenía dinero sin declarar en Suiza, gobernó a los catalanes con el apoyo del PP, a pesar de (quiero insistir en este punto) no fue la lista más votada.
Más escandalosa ha sido la caída del PP, con su candidato García Albiol a la cabeza. Algunos afirman que el ex alcalde de Badalona, acusado por muchos de xenófobo, ha parado la espectacular caída que daban las encuestas mientras Alicia Sánchez Camacho se mantenía a la cabeza del PP, pero eso entra ya en el terreno de la especulación. Un 8,50% de los votos en Cataluña es un muy mal augurio para su jefe Mariano Rajoy de cara a las generales, una cifra que nos retrotrae a los tiempos del inefable Alejo Vidal Cuadras que en 1992 obtuvo 7 diputados y un 6,04% de los votos.
Pero también hay otros perdedores. Podemos y sus aliados en Cataluña, que aspiraban a superar al PSC, se han quedado muy por debajo del resultado obtenido por Iniciativa por Cataluña en solitario en la pasada legislatura. Parece mentira que el muy listo Pablo Iglesias no sepa a estas alturas que si las siglas son importantes, el candidato los es aún más y Lluis Rabell no ha resultado ser el Obama que algunos creían. Continuando en clave de generales, con un 10% de los votos en Cataluña, difícilmente Podemos logrará el famoso “sorpaso” al PSOE en toda España.
Dicho esto vamos con los ganadores. Entre estos, están los que me gustan y los que no me gustan, así que empezaré por los malos. La CUP, Candidatura de Unidad Popular, hasta en su definición se parece a aquello de lo que hablan constantemente Alberto Garzón y Pablo Iglesias, es un partido que se autodefine como antisistema y que es lo más parecido a Bildu, el brazo político de ETA, en todo el panorama político español, aunque ellos reniegue precisamente de todo lo que tenga que ver con español. En manos de estos tipos está a día de hoy la gobernabilidad de Cataluña y entre otras cosas no se cansan de proclamar que no apoyarán a Artur Mas.
Llegados a este punto voy a hablar de los buenos. Ciudadanos e Inés Arrimadas han logrado un resultado espectacular con 734.910 votos y 25 diputados (frente a los 870.623 y 27 diputados de PPSOE). La sensatez de este proyecto, consolidado a lo largo de 9 años y tres legislaturas en el parlamento catalán hacen de C´s una sólida opción de cara a las próximas elecciones generales, en las que si se repitiesen estos resultados (para lo cual la candidatura independentista de Juntos por el sí debería comparecer de nuevo unida), el partido liderado por Albert Rivera obtendría 6 diputados nacionales por Barcelona; 1 por Gerona; 1 por Tarragona y ninguno por Lérida, 8 diputados en toda Cataluña, frente a los 5 que conseguiría el PSC y los 3 del PP.
Ahora toca lo evidente, gobernar Cataluña. Para ello se deberá elegir un presidente, que no tiene porqué ser Artur Mas, y definir las líneas políticas del próximo gobierno, que según parece estarán de nuevo marcadas por conseguir la independencia de Cataluña. Con lo cual, de nuevo los problemas reales de los ciudadanos que viven en Cataluña se verán relegados a un segundo plano, ya que sus gobernantes estarán más preocupados con romper con el resto de España que con la inversión en infraestructuras, mejorar los servicios de sanidad, solucionar el colapso de la justicia, conseguir una educación de calidad…
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