Ayer tuve la oportunidad de asistir a una conferencia de uno de los políticos españoles que más admiro: Rosa Díez. Al tratarse de un acto programado en una universidad, la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense, y estar presidido por el Decano de dicha institución, lo que yo esperaba era un acto a medio camino entre político y académico.
Rosa Díez insultada en la Facultad de Políticas de la Complutense ante la pasividad del decano, Heriberto Cairo, sentado a su derecha |
No me sorprendí cuando vi como unos alborotadores recibieron a Rosa con pitidos, insultos y banderas gallegas (¿?), me temo que el sambenito de su comentario sobre Rajoy le acompañará mucho tiempo. Mi sorpresa llegó cuando antes de empezar el acto unos sesenta u ochenta chavales impusieron su voluntad (con la aquiescencia del Decano). Leyeron, durante más de diez minutos, un manifiesto ante la perplejidad del resto de los asistentes, calculo otras doscientas personas que habíamos ido a escuchar la conferencia.
Malo es que estos estudiantes de políticas, insultaran a la diputado antes de escucharla, pero mucho peor fue que después de leer lo que tenían que leer, se marchasen sin oír la conferencia (mientras en su manifiesto hablaban de “democracia” y “libertad de expresión”). Malo por una cuestión de educación. Malo por su falta de tolerancia democrática. Y malo, malísimo, por una cuestión puramente académica. ¿Es que un estudiante de políticas no debería escuchar a cualquier político que vaya a su facultad? (se llame José Luis Rodríguez Zapatero, Mariano Rajoy o el mismísimo Hugo Chávez que viniese a retrasmitir uno de sus programas Alo Presidente). Como van a aprender de política sin escuchar directamente a las fuentes: los políticos. La verdad es que este tipo de gente que sólo escucha lo que quiere oír es, como mínimo, triste. Pero si encima son universitarios, lo que me dan son ganas de llorar.
Lo cierto es que los profesores de la Facultad tampoco dieron mucho ejemplo, sólo uno de los asistentes se identificó como tal, pero viendo al individuo que ellos han elegido como decano, no extraña. Alguien que es capaz de ceder al chantaje de unos pocos (una minoría en la sala), para conseguir, según él, apaciguar los ánimos. Vamos, un Neville Chaberlain cualquiera.
Y esa clase de chicos es el futuro que nos espera, unos universitarios que hablan de algo que ni siquiera conocen. ( en una ocasión pregunte a uno que gritaba viva franco, que si sabia algo de el, de su historia de su biografía. el ni puta idea de lo que le estaba preguntando).
ResponderEliminarEl futuro de un país esta en sus estudiantes, mal futuro nos depara el destino.
Qué te parece Manolo primero critican, insultan, gritan y después se van sin escuchar. Menos mal que fueron más los que se quedaron, pero aún así me parece increíble que desde tan jóvenes los españoles se acostumbren sólo a escuchar aquello que les gusta. Qué falta de espíritu crítico, que ausencia total de capacidad intelectual, que pocas ganas de enriquecerse de aquellos que no pertenecen a su tribu. Ese es el germen de la intolerancia.
ResponderEliminarHan pasado años de este artículo, pero no está de más recordar que aquel decano al que comparabas con Chamberlain sabía perfectamente lo que hacía. El tal Cairo es uno de los mentores ideológicos de Pablo Iglesias, tan de moda ahora con la irrupción de su partido político. Así nos iba, así nos va y así nos irá.
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